Creo firmemente que vivir es un itinerario hacia uno mismo, hacia la persona que nacimos para ser. En este blog se habla sobre literatura y se recrean encuentros con personas que me ayudaron a ser el camino que soy y que viven otra existencia aparte aquí conmigo, como talismanes contra el desamparo. Algunas de ellas son conocidas; otras, apenas siluetas tras la cortina de humo del tiempo; las menos, figuras que pueblan la realidad de mi imaginación; todas fundamentales.

martes, 23 de julio de 2013

Imperfecciones



Este cuento forma parte del libro “El arma secreta”, ganador del Premio Anual de Literatura de la República Dominicana en 2013, cuyo resultado fue dado a conocer recientemente.


El tío Daniel jamás volvió a ser el mismo después que rompió aquella broca. En la refinería nadie se explica cómo pudo usar una de acero al carbono cuando el trabajo requería la de metal duro, eso dijo mi padre. Misterios, agrego yo, que los hay en todo y para todos. El caso es que el lunes siguiente el tío Daniel se negó a salir para el trabajo y fue entonces que nos enteramos de lo ocurrido. Él, usualmente tan alegre y metiche, caminaba por la casa como mirando hacia un lugar muy confuso que estaba dentro de sí mismo, y mi madre no tuvo más remedio que resolver un certificado con el médico de la familia donde se diagnosticaba que el tío Daniel sufría serios desórdenes hepáticos.

Admito que en los primeros días me alegró estar a salvo de sus burlas por los libros de mariquita que según él yo leía, pero casi enseguida sentí que extrañaba el movimiento constante de sus manos pequeñas y ágiles como arañas. Ahora colgaban paralizadas, vacías del poder que antes les había permitido arreglar lo que fuera en un abrir y cerrar de ojos, desde un tomacorriente hasta un tractor. Creo que esa fijación me hizo ser el primero en darme cuenta de que había comenzado a diluirse. El tío Daniel se iba haciendo cada vez más tenue, y llegó el día en que fue posible ver el mar a través de su espalda desnuda mientras él miraba por horas hacia allá lejos, donde humea la torre de la refinería. Cuando mi madre y el primito le preguntaban qué estaba pasando, solo conseguían de él un silencio y, ya de última, un balbuceo de borracho donde palabras como roca, toca, loca, boca se atropellaban con fragmentos del himno nacional o alguna canción de José José, cantante que siempre le había gustado con locura.

Fue mi padre quien nos explicó que, de haberlo obtenido este año, el tío Daniel hubiera sido el único técnico de la refinería en ser vanguardia por dieciséis años consecutivos. Lo explicó el día en que encontramos su ropa tirada en el piso del balcón y supimos que el tío Daniel se había desvanecido por completo. Era un gran técnico, explicó mi padre, y a él se le podía creer porque nunca se habían llevado bien. De hecho, no se hablaban desde el último día en que discutieron, hace un par de años quizás, y mi padre le gritó que la desgracia de esta familia había comenzado cuando el tío Daniel regresó con su hijo a vivir en la casa y a meterse en todo.

No dijo más mi padre, supongo que fuera porque el primito y yo estábamos delante, pero tampoco hizo falta. En esta familia hasta las gallinas saben que el difunto tío Daniel encontró a su mujer con otro tipo en el apartamento que le había dado la refinería cuando salió vanguardia por décima vez consecutiva. Fue entonces que vino a vivir con nosotros y trajo al primito. ¿Y saben lo peor del caso?, chismeaba mi madre a veces con las vecinas. Lo más duro, decía, era que aquella madrugada el tío Daniel no debió estar de guardia. Se había ofrecido voluntariamente para cubrir la ausencia del tipo que encontró en la cama con su mujer.

Ahora eso ha dejado de ser lo peor de todo. No lo son ni siquiera los cuentos que debemos repetir cada vez que llaman de la refinería preguntando por él o viene la gente del censo a verificar las bajas en la libreta de abastecimiento. Nada puede ser tan duro como ver a mi madre y al primito dando brazadas por toda la casa, esperanzados en tropezar con algo sólido, un resto minúsculo aunque sea de lo que fue el tío Daniel.

Foto: Karenia Guillarón
©sobre el texto: José M. Fernández Pequeño. Prohibida su reproducción sin permiso escrito del autor.

Enlaces sobre el tema:

Puede leer el cuento que da título al libro, "El arma secreta" en la revista Conexos:
http://conexos.org/2013/08/12/el-arma-secreta/

Puede leer otro cuento del libro, "El cíclope", en la página 20 de la revista Letras Salvajes No. 11:
http://en.calameo.com/read/00263436143ce1dc7e71d

"Gigante premio para Pequeño", Ángel Santiesteban:
http://blogloshijosquenadiequiso.wordpress.com/2013/07/30/diario-en-la-carcel-xli-gigante-premio-para-pequeno/
Versión en inglés:
http://hijosnadieeng.wordpress.com/2013/08/02/prison-diary-xli-huge-prize-for-pequeno/?utm_source=twitterfeed&utm_medium=facebook

“Fernández Pequeño: La literatura es cosa de necios”, entrevista por Ángel Lago Vieito, Acento:

“Fernández Pequeño, reconocimiento”, por Félix Luis Viera, Cuba Encuentro:

Nota del Ministerio de Cultura de la República Dominicana sobre los Premios Anuales de Literatura 2013:

“Gana Fernández Pequeño el Premio Nacional de Cuentos en la República Dominicana” (Neo Club Press):