Creo firmemente que vivir es un itinerario hacia uno mismo, hacia la persona que nacimos para ser. En este blog se habla sobre literatura y se recrean encuentros con personas que me ayudaron a ser el camino que soy y que viven otra existencia aparte aquí conmigo, como talismanes contra el desamparo. Algunas de ellas son conocidas; otras, apenas siluetas tras la cortina de humo del tiempo; las menos, figuras que pueblan la realidad de mi imaginación; todas fundamentales.

lunes, 27 de mayo de 2013

El poeta, la soledad y los huesos que la envidia no rompe

Regino E. Boti



Este texto ha sido elaborado a partir de una carta que envió Regino Boti al artista visual gallego Mariano Miguel, el 2 de enero de 1927, cuyo original se conserva en su archivo de Guantánamo. No ha sido recogida en ninguno de los epistolarios botianos publicados hasta hoy, cuando se edita para celebrar los cien años de Arabescos mentales, con el mayor respeto y el único propósito de dar la palabra al poeta.


Nací en Guantánamo. Todos los indicios dicen que en Guantánamo moriré. Me encanta la aldea: vivo solo entre muchos.

Fui cien cosas antes. Hoy soy abogado y notario. La ciencia del derecho es algo precioso aunque la justicia es mentira. El ejercicio de la abogacía es una ignominia: me asquea. El notario es más noble, sin negar que la fe pública está un poco desconceptuada entre nosotros. Como no hago gatuperios, soy hombre al agua: no me enriquezco. Ejerzo la primera de esas profesiones desde 1917 y la segunda desde 1918.

He publicado seis libros y cuatro folletos que contienen obras de las clasificadas como originales; una compilación La lira cubana–; dos libros y dos folletos con versos y prosas de Rubén Darío, en los que hay notas mías; varios estudios críticos y numerosos artículos de diversas materias. El primer intento de prosa artística que se hizo en Cuba está en mi libro Prosas emotivas, que salió en 1910, en el folletín de El Cubano Libre. No me tocó iniciar sino hacer la revolución modernista entre nosotros con la publicación de mi libro de versos titulado Arabescos mentales, en 1913. La sorda envidia de los que entonces manejaban la pandereta lírica emprendió contra mi libro y contra mí la conspiración del silencio, de tal modo, que la generación posterior la practica con mayor encarnizamiento todavía. A los trece años del suceso es que algunos valientes se atreven a estampar mi nombre en letras de molde para [otra cosa que no sea] vituperarlo. Que eso no me ha roto un hueso, lo acredito con mi constante labor, ajena por completo a todo nepotismo literario, simplemente porque solo el corazón heroico puede prescindir de la aprobación humana. Esa labor la corono por ahora con mi tercer libro de versos, el titulado La torre del silencio.

Instintivamente uno sabe lo que debe realizar, como “estrategia literaria”, para hacerse un nombre. Pero me revientan todas las vanidades. “Yo hago arte en silencio”. Contra lo que pensaron aquellos conjurados impotentes, el muerto está de pie, como diría Bécquer. El hecho habla por sí solo. Y añadiría, pensando en las palabras que acabo de leer, [que] estoy “penetrado de la filosofía de que lo importante es hacer, ya que las obras humanas se consagran por sí mismas y no necesitan para el público más reclamo que su propia bondad”.

Me casé y tengo dos hijos. El primero se llama como yo: Regino; y la segunda como su madre: Caridad.

Las personas me interesan por sus acciones. El hombre que, tratado en la intimidad, me ha producido más honda impresión es mi padre. Después, don Miguel Álvaro Zaldívar y Sánchez, hoy magistrado de la Audiencia de Camagüey. Hablé en dos ocasiones muy largamente con Manuel Sanguily. Admirable. Oyéndolo aprendí muchas cosas. Me instruyó y orientó en distintas disciplinas don Domingo Figarola-Caneda, a quien tuve siempre por uno de mis maestros. Quise al Dr. Sergio Cuevas Zequeira, y tanto que le perdono me iniciara en el horrible tormento de leer versos en público, lo que para mi bien, y porque no me gusta, hago tan mal como en privado.

Francisco Villaespesa es el único poeta de esclarecida fama que he tenido en contacto, por dos ocasiones. No aprendí nada de él. Desde luego, que nada me enseñó tampoco. Le debo la atención de haberme dedicado su soneto “Julián del Casal”, incluido en el tomito que tituló La estrella solitaria.

Solo he tenido un amigo íntimo que al mismo tiempo fuera un gran literato y poeta: José Manuel Poveda. Como resultado de una malévola información, me negó en redondo. Yo me alegré del suceso, porque su primitivo juicio sobre mí lo conceptué siempre [de] exageradamente bondadoso. Negándome, se tiró de la nube y pisó tierra firme.

Los dos bohemios más interesantes que he conocido son Eulogio Horta y Víctor Paul Maldonado. Horta, de moral contradictoria y sano corazón, me enseñó oralmente, y entre sorbo y sorbo, algunas cuestiones por las que tenía interés. Víctor Paul Maldonado falleció aquí. Dejó un libro por publicar, el que manuscrito, tras breve extravío, vino a mi poder después de la muerte de su autor. Algunos de los artículos de ese libro que tituló Bocetos tropicalesno fueron escritos porque los componía mientras los paraba tipográficamente. Era un bohemio que todo lo tenía limpio: la ropa, las ideas, las palabras y las uñas.

No he tratado con intimidad a ninguna mujer sobresaliente. Y lo siento, porque me hace mucha gracia el feminismo.


En la foto: Regino E. Boti visita Miami, en 1947 o 1948. Se publica gracias a la amabilidad de Regino Rodríguez Boti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario